La vida tiene curiosas maneras de entretejer destinos

Lina Barrantes Castegnaro

Roberto Samcam

In memorian Roberto Samcam

En la masacre de abril 2018, en Nicaragua, mataron a un chiquito de 15 años: Alvarito Conrado. Le dispararon y luego le negaron atención médica. Tomé conciencia de Alvarito Conrado y aprendí su nombre, gracias a un artículo que escribió Elvira Cuadra donde describía el hecho. Motivadas por el artículo de Elvira, empezamos a pensar, desde la Fundación Arias, si la munición utilizada por los francotiradores se podría ubicar, y conocer al productor y al vendedor, si podríamos averiguar el lote al que pertenecían y así saber si algún país estaba violando sus compromisos con el Tratado de Comercio de Armas. Fue entonces, cuando Ana Quirós me sugirió conversar con un hombre que sabía de armas y municiones: el mayor en retiro del ejército de Nicaragua, Roberto Samcam. Al día siguiente nos conocimos. Hablamos de municiones y de armas. Muy poco tiempo despues ya hablábamos, Roberto, Claudia y yo de su salida de Nicaragua, de sus hijos chiquitos de los que se habían tenido que separar porque las amenazas los habían obligado a hacerlo, de su papá que vivía en California con Magda, de la Claudia en Bolivia, de Carlos Roberto… de cómo había sido su salida de allá, de su casa en la que habían escrito SAMCAM PLOMO en Jinotepe. Las descripciones eran tan vívidas que las guardo en mi memoria como si hubiese estado ahí, en la casa de seguridad en Managua, en el Aeropuerto, en el transporte que se llevó a Claudia desde su casa hasta Managua. Recuerdo esa noche la solidaridad de mi papá cuando le conté lo que estaban pasando Roberto y Claudia. Ellos se habían abierto y nuestras vidas empezaban a estar entretejidas.

Durante mis años en la Dirección de la Fundación Arias, Roberto jugó un rol fundamental. Cada vez que conversábamos inventábamos proyectos, que el elaboraba y ejecutaba. Y poco a poco, la vida fue entrelazándonos y esta relación política se fue transformando, descubrimos que cumplíamos años ambos el 11 de enero, que nos alegraba la vida un buen tuco de carne, que suspirábamos por la lasaña que nos hacía Claudia. Nos gustaban las películas de acción y nos las recomendábamos mutuamente, descubrimos los outlets, donde comprábamos tonteras baratísimas, nos llamábamos a contarnos lo que habíamos comprado. Cuando deje la Fundación nos hablábamos de todo y de nada, almorzábamos chancho con yuca, y comida china, mientras Claudia trabajaba. Cuando mi cáncer de seno, me ofreció hasta a ir a limpiar mi casa.

Me decía: “Claudia tiene que resignarse a que viviremos siempre aquí. A Nicaragua no podremos nunca volver a vivir, pero vas a ver que algún día vamos a ir a pasear a que conozcas San Juan del Sur.”

Con esa frescura que tienen los nicas y que a mi me encanta, nos reíamos de las costumbres ticas, y de las nicas. Por qué, así como era de serio en el trabajo, también era un jodedor insigne. Roberto había dejado de ser para mi un nicaragüense perseguido por el régimen.

Quiero pensar que fui su familia tica. Espero de verdad haber estado a la altura de ser su amiga, porque para mi, como dicen los nicas, el fue mi brother. Porque con esas curiosas maneras de entretejer destinos, mi vida tiene casi ocho años de estar entretejida con la de Roberto.

Su asesinato me ha causado una profundísima herida en el alma una enorme ira con mi país, por no haberlo protegido.

Confío en que algún día Roberto, se te hará justicia. Confío también en que algún día Nicaragua volverá a ser libre, pero mientras tanto, como dice Gioconda Belli:

¿Dónde escondo este país de mi alma
para que nadie más me lo golpee?
Nicaragua herida sangra lodo
por las llagas abiertas de su corazón
¿Quién te sanará país pequeño?
¿Quién te protegerá?

Roberto pasó el jueves a ser parte de la lista de mártires de las dictaduras nicaragüenses. En esa lista en la que esta Alvarito Conrado —gracias a quien nos conocimos— en la que está Pedro Joaquín Chamorro, y por supuesto en la que esta Augusto Cesar Sandino, que está hoy con nosotros, de este lado de la frontera, llorando por su Nicaragua también.

Exdirectora de la Fundación Arias para La Paz y el Progreso Humano

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